¡Salve! Con este artículo inauguramos una serie que tratará sobre la representación de la dinastía Julio-Claudia en el cine. ¿Por qué la dinastía Julio-Claudia? Bien, esto se debe la importantísima influencia que dicha dinastía ha tenido en el cine histórico de temática antigua, conocido popularmente como peplum.
Causa de ello es que algunas de las figuras de esta dinastía se han convertido en personajes icónicos del mundo romano, como son Nerón, Popea, Augusto, Livia o Calígula. Asimismo, la representación de la antigüedad romana en estas películas, ha generado una serie de tópicos y elementos de larga duración que, en gran medida, reflejan la visión de este periodo histórico en la cultura popular.
Si bien es cierto que buena parte de estas producciones son adaptaciones cinematográficas de novelas históricas de finales del siglo XIX, por lo cual trasladan los mensajes contenidos en ellas.


El género peplum destaca por la repetición de temas y argumentos entre sus películas y la creación de una particular imagen de la antigüedad marcada por la búsqueda del exotismo y la plasmación de ciertos valores. Para ello, se distorsionan y manipulan las evidencias históricas a fin de amoldarlas a la narrativa y dotarlas de mayor verosimilitud y popularidad. O, en otras palabras, que lo que inicialmente fue la adaptación de una novela para una película, derivará en la copia y repetición de dicha historia en sucesivas producciones (hasta la extenuación).
El peplum es un género de larga trayectoria y en el que se aprecian distintas etapas y temáticas. Igualmente, el peplum es muy prolífico y repetitivo, y si queríamos analizarlo bien había que acotar un poco. Para nuestra serie de artículos nos hemos centrado en las películas de temática romana ambientadas en época Julio-Claudia (27 a.C – 68 d.C) y se rodaron en los años 50 y 60, denominada por algunos autores como la era dorada del peplum.
Índice
Las influencias del peplum
Las películas del género ambientadas en el mundo romano muestran imágenes del poder muy potentes, ya sea con manifestaciones directas del mismo o a través del modo en el que este es ejercido y afecta tanto a los personajes de estas películas como al mundo que los rodea.
Al margen de dónde transcurre la trama de la película, encontramos numerosos elementos que muestran la forma en la que se entendía el funcionamiento del Imperio Romano en el momento en que se rodaron estas películas, así como la intención que había en este modo de plasmarlo. Y así será ya esté ambientada la película en la corte imperial como en las provincias más lejanas, siendo el caso más representativo esa turbulenta provincia de Judea de época bíblica.
La representación del poder romano va a estar muy marcada por la concepción del mismo en la novela histórica del siglo XIX, cuyos argumentos serían adaptados a la gran pantalla. La óptica con la que se observa Roma en la novela histórica de finales del XIX se encuentra muy influenciada por los nacionalismos, será diferente a la de otros medios como, por ejemplo, la ópera.


La ópera por su parte mostraba en sus obras a grandes hombres, políticos respetables, todos ellos poseedores de una recta virtud, pues estaba dirigido a fin de cuentas a un público muy elitista o aristocrático. La novela histórica mostrará por su parte un enfrentamiento entre el cristianismo y la Roma pagana que tendrá una gran trascendencia argumental en el cine desde principios del siglo XX hasta el surgimiento del peplum y su época dorada en los años 50.
Cristianos vs romanos: Dos modelos de moral
La imagen del poder romano y de la misma Roma como concepto y época histórica va a estar en estas primeras décadas del peplum caracterizado por la dualidad entre el cristianismo incipiente y el paganismo romano.
El enfrentamiento entre dos modelos que podemos definir como morales será el eje argumental de la mayoría de estas películas. Ejemplo de ello es la gran producción de películas de temática bíblica y cristiana, algo que veremos también en épocas posteriores a la Julio-Claudia, como son Los últimos días de Pompeya (1959) o Constantino el Grande (1961).


Asimismo, aun cuando los cristianos no son siquiera el tema de la película, se apreciará esta dualidad y representación de corrupción política y moral, como puede apreciarse en las películas de Messalina (1951 y 1960). La época de la dinastía Julio-Claudia, además de abarcar las décadas en las que surgió el cristianismo y comenzó a extenderse, alberga figuras que se amoldan a la perfección a esta dualidad entre bien y mal.
Emperadores como Nerón o Calígula serán representados como antagonistas principales de la nueva fe, exponentes máximos de la corrupta moral pagana al mismo tiempo que arteras emperatrices que mueven los hilos de la política. De hecho, en la misma introducción de la película Quo Vadis? (1951) se referirán a Nerón como «el anticristo”. Merece la pena visualizarlo, pues el narrador recoge todos y cada uno de los tópicos de esta época.
El argumento de muchas de estas películas girará en torno a los cristianos, y esto se apreciará en todos los sectores de la sociedad, desde emperadores que los desprecian y persiguen a amos crueles e intolerantes. Estos serán contrapuestos a los personajes cristianos como los apóstoles, los seguidores de Cristo y los cristianos alumbrados por la nueva fe que encarnan otros personajes, en algunos casos rozando lo inverosímil. Esta simplificación (y a menudo invención) de la realidad histórica muestra una Roma cruel y brutal frente a unos cándidos cristianos revolucionarios y martirizados.
Los emperadores, a su vez, se creen dioses en la tierra (e incluso Octavio y Antonio se suben al carro), como divinidades vivientes y arrogantes que chocan con la modestia de los cristianos, y que al término de la historia este poder se disipa de algún modo, ya sea mediante la humillación como en La Túnica Sagrada (1953) o la muerte en Demetrius y los gladiadores (1954), siendo este un tema al que volveremos en otro articulo.
Vemos cómo en última instancia se aprovecha una realidad histórica en la que el cristianismo se impuso en el mundo romano para inventar un enfrentamiento en el que la verdad cristiana vencerá a la corrupción que representa la Roma pagana.
La Roma tiránica frente al cristianismo revolucionario
«Os llamáis dueños del mundo y sois ladrones, asesinos, fieras de la selva, malditos seáis y maldito sea vuestro imperio» The Robe (1953)
La prosperidad del primer siglo del Imperio, en el que recientemente se habían realizado anexiones territoriales y puesto fin a las guerras civiles, sirve de sustento para transmitir una imagen de dominio absoluto y universal.
Veremos alusiones a una Roma que domina todo el mundo conocido con la fuerza de sus legiones, siendo un cliché habitual de los primeros momentos de la película la visión de las legiones marchando por una calzada de regreso triunfal a Roma, arrastrando en ocasiones a filas de vencidos cuyo destino es la esclavitud.
Se proyecta pues, una imagen del dominio romano puramente militarista y en el que es la fuerza del ejército la que cohesiona el Imperio. Se alude también a la pluralidad del Imperio y su extensión, unificado por la labor civilizadora de Roma que es impuesta (como no podía ser de otro modo) mediante la fuerza.
Alusiones a esta dominación forzosa se aprecian en La túnica sagrada o Ben Hur (1959), siendo el ejemplo paradigmático la turbulenta provincia de Judea en la que los romanos son vistos como invasores que despiertan sentimientos de rebeldía entre los locales. La representación de Roma y su imperio tiene por lo tanto tintes tiránicos y con un fuerte componente totalitario, donde Roma es referenciada constantemente como ama del mundo.


En el lenguaje moralizante del peplum, vemos cómo el cristianismo es una clara alegoría de la libertad y la democracia frente a su antítesis tiránica y totalitaria, en la cual se reflejan y parodian los regímenes fascistas. Este régimen totalitario romano se representa como una degeneración de la moral, la cual lleva al surgimiento de la tiranía.
«Los hubiera matado a los dos, estaban infectados por esa enfermedad infantil llamada republicanismo» Yo, Claudio (1976)
No serán pocas las alusiones al fascismo, partiendo del plano visual presente en las escenas y los decorados. Águilas imperiales, fasces (hasta el hartazgo) y soldados por doquier, saludos romanos que, por lo general, son realizados por militares y no por civiles en las películas, así como un fuerte componente monumental y personalista. Discursos desde palcos dirigidos a muchedumbres enfervorecidas, desfiles triunfales, así como la presencia de fasces como elementos decorativos.


Incluso la interpretación de Nerón como villano por Peter Ustinov en Quo Vadis? evoca a la propaganda caricaturesca dirigida a Hitler por los aliados. Todos estos elementos serían fácilmente identificables por el público de la posguerra a principios de los años 50.
La persecución religiosa como metáfora de la persecución política
La imagen tiránica de Roma, cuyos mejores exponentes serán Calígula, Nerón, y en menor medida Mesalina, se verá complementada por las persecuciones. Estas persecuciones son un tema muy común del peplum de temática cristiana o bíblica.
La persecución de personas con unas creencias diferentes alude a la censura hacia determinados ideales o colectivos que inspiran a la novela histórica, como es el nacionalismo, pero, de nuevo, resultaría familiar a los espectadores de los años 50.


Pero no sólo los cristianos son objeto de persecución, cabe mencionar también a los rivales políticos o personas que cuestionan el régimen imperial. Se encontrarán personajes que representan una faceta noble de Roma, habitualmente son senadores contrarios a la política imperial y, en algunos casos, su enfrentamiento les lleva a sufrir castigos diversos. Uno de los casos más explícitos lo encontramos en Mesalina (1951), condenando a opositores que enturbian su reputación y la critican cara a cara.
Por su parte, en Quo Vadis?, la muerte y castigo de Petronio, acompañado por otros romanos ilustres que fingen ser otras personas por temor a Nerón parece evocar a las listas negras de Hollywood.


Cabe destacar que otro de los elementos más representativos del poder tiránico del emperador es la omnipresente guardia pretoriana, la cual es ejecutora de los designios (generalmente despóticos) del emperador y que se va a diferenciar del resto de militares romanos por su papel de instrumento represivo.
«Lo haría gustoso, Nerón, pero soy el jefe de la Guardia Pretoriana y los pretorianos me adoran. Si yo muriera es posible que se revolviesen contra ti. No puedo exponerte a tal peligro…» Quo Vadis? (1951)
A tenor de estas persecuciones, el Senado romano aparece representado como una institución molesta e inoperante controlada o sometida por el emperador. El Senado tendrá bajo el gobierno de figuras más benévolas como Augusto en Cleopatra (1963) o el Tiberio de Ben Hur, una función de juez o ratificador de las propuestas que se les transmitan en el mejor de los casos.
La imagen de la política romana en estas películas va a decantarse mucho más hacia los complots e intrigas palaciegas. La manipulación a los emperadores por parte de consejeros aduladores, emperatrices y la guardia pretoriana será un tema frecuente y apreciable en películas como Quo Vadis?, ambas de Mesalina y Demetrius y los gladiadores.
«Es meritorio morir bajo la política de un césar que se deja manipular por una mujer y las palabras de su boca impúdica» Messalina (1951)
En producciones posteriores, este aspecto será desarrollado ampliamente y será el tema principal de producciones como Yo, Claudio (1973), donde la figura más representativa es la emperatriz Livia, una participante activa y ambiciosa de las intrigas, si bien representa un personaje muy diferente al esquema de las femme fatale de los años 50 que encarnan Popea o Mesalina.
Bibliografía seleccionada
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