TABERNAS ROMANAS (II)

En el anterior artículo estuvimos hablando de las tabernas romanas poniendo en contexto su existencia, enumerando los distintos tipos de taberna romana y mencionando las impresiones que suscitaban en la población de la antigua Roma.

Sin embargo, solo arañamos un poco de la superficie de estos lugares de reunión. Por ello en el presente artículo tenemos como objeto hablar de los distintos tipos de población que asistían a estos establecimientos y las actividades que en ellos se realizaban.

No siempre se comía y bebía en una taberna romana, ¿Quieres saber más? Pues acompáñanos.

Índice

Las tabernas más elitistas

Como mencionamos en el artículo anterior, había tantos tipos de taberna como necesidades tuviese la población, un poco como ocurre en nuestra sociedad actual.

Por ello, podemos encontrar locales modestos para el consumo de alimentos y bebidas, locales centrados en la comida rápida o incluso locales lujosos dedicados a los clientes más selectos.

Centrémonos un momento en estos últimos establecimientos. La arqueología nos ha mostrado establecimientos que contaban con una serie de comodidades alejadas del bolsillo más humilde como pueden ser alojamiento, cuadras y establos, o incluso zonas de triclinium para la ingesta de alimentos con la máxima comodidad.

Un ejemplo de ello es la famosa mansio o posta de Miacum enclavada en el yacimiento de Monesterio en el piedemonte madrileño cerca de  San Lorenzo de El Escorial (Rodríguez Morales, 2019). Dicho establecimiento contaba con unas instalaciones grandes y con habitaciones calefactadas como la que mostramos más abajo.

Geología - Sitio arqueológico
Habitación calefactada del yacimiento de Monesterio.

De hecho, cuando hablamos de fuentes arqueológicas no nos centramos únicamente en los restos encontrados sino en inscripciones.

En la siguiente inscripción encontramos un anuncio dirigido a los clientes más selectos que denota que la taberna que lo realizaba contaba con servicios centrados en estos clientes:

“Aquí se alquila alojamiento, con triclinio de tres lechos y todas las comodidades” (CIL IV,807)

Si nos centramos en fuentes literarias, Marcial nos menciona diversos establecimientos creados para el ocio de las élites como el cenatio creado por el emperador Domiciano en el Monte Celio de Roma (Mar. II,59) en el que según se cuenta, había unas vistas impactantes, algo muy similar a nuestros paradores.

Las actividades realizadas por estas clientelas de gran poder adquisitivo se centrarían sobre todo en el recreo y disfrute, o en amenizar un viaje largo reposando sus entogadas posaderas en postas elegantes como la ya mencionada de Miacvm.

La taberna popular

Sabemos, pues, que existían tabernas para la población más pudiente, pero ¿Y los menos favorecidos? ¿Los esclavos podrían ir a tomar algo a la taberna más cercana? ¿Los empleados de una taberna eran esclavos? Bueno, si leísteis el artículo anterior seguramente ya tengáis la respuesta aproximada.

Para determinar la presencia de esclavos en las tabernas, o más concretamente sobre la posibilidad de que muchos de sus trabajadores fueran también esclavos, los estudios demográficos de la esclavitud nos aportan un valioso dato.

Pese a su destacada presencia en la sociedad romana, esta no era la forma predominante de mano de obra del Imperio ya que, por lo general, sólo un hogar de cada siete disponía de un esclavo, perteneciendo la mayoría a la élite y no estando principalmente empleados ni en la agricultura ni en las actividades comerciales, sino en trabajos domésticos (Robert C. Knapp, Los olvidados de Roma, 2011, 151-152).

Taberna romana Almedinilla
Imagen perteneciente a una de nuestras recreaciones donde se ve un tabernero atendiendo a un esclavo. Almedinilla 2019

Muchas de las unidades económicas que no pertenecían a la élite no podrían haberse permitido un esclavo o hacer que el trabajo de un esclavo fuese viable económicamente (como señaló Aristóteles, “dado que no tienen esclavos los pobres tienen que recurrir a sus mujeres y sus hijos para que hagan lo que normalmente harían los esclavos” Política 5.1323a)

Esta situación hace poco probable que aquellas tabernas que perteneciesen a unidades familiares o asociaciones humildes dispusieran de esclavos entre sus trabajadores.

Si bien es cierto que, aunque porcentualmente escaso, el trabajo de los esclavos no se limitaba exclusivamente al interior de las grandes casas, sus amos podían encomendarles algunas tareas importantes o sencillas, que en ocasiones también realizaban los hombres libres.

Por ello, de forma ocasional se los podía encontrar trabajando, e incluso, en el caso de aquellos esclavos favoritos de mayor confianza, dirigiendo aquellos negocios que fueran propiedad de las grandes familias que los poseyeran, como se desprende de la siguiente inscripción funeraria hallada en Anfipolis:

“Aquí yace Vitalis, esclavo e hijo de Gayo Lavio Fausto. Vivió 16 años. Como responsable de la taberna fue amado por sus amos; luego fue llamado por los dioses. Transeúntes, si alguna vez os serví menos para incrementar los beneficios de mi padre, perdonarme. Pido en nombre de los dioses del cielo y del infierno que cuidéis de mi madre y de mi padre. ¡Adiós!” (CIL 3.14206.21 = ILS7479, Anfipolis, Grecia).

Y para aclarar la presencia de esclavos como consumidores habituales de estos establecimientos, contamos con diversas menciones en las fuentes:

Un esclavo que trabaja sin ganas porque rememora “a qué sabe el vientre de cerda tomado en una taberna sofocante” (Juvenal, Sat. XI,82)
“Ah, otra cosa, por poco se me olvida: vosotros, los que venís acompañando a vuestros amos, mientras que dura la representación, dad el asalto a las tabernas ahora que se os brinda la ocasión, mientras que están calentitas las focaccias, ¡a por ellas!” (Plauto, Poen.41-43)

Este hecho aporta muchísima información sobre los hábitos que pudiesen tener los esclavos o como vivían, sin embargo no es el objeto de este estudio detenerse en ello. Baste decir que los esclavos se veían más en la taberna como clientes que como trabajadores.

Algo más que consumo de alimentos

A pesar de que las tabernas estaban centradas en el consumo de alimentos y bebidas había pícaras excepciones.  Una de las actividades que podían darse en estos ambientes era la prostitución, sin embargo no debemos caer en el pensamiento de que se diese en todas.

La prostitución en la antigua Roma, tanto masculina como femenina, estaba perfectamente permitida y reglada. La masculina era una prostitución de alto nivel que probablemente no se diera en tabernas humildes mientras que la femenina si se daba. ¿Cómo se daba y por qué?

La presencia de prostitución como un servicio adicional tanto en la taberna como en otros tipos de negocios romanos es sabida dado que, aunque existieran abundantes establecimientos específicos para el desarrollo de esta actividad (los lupanares) o su destacada presencia en la propia vía pública, está constatado el uso de otros negocios como las tabernas a modo de tapadera (Robert C. Knapp, Los olvidados de Roma, 2011, 281-282).

Esto no era porque la prostitución estuviese proscrita por el Derecho Romano, que de hecho la toleraba, sino porque se encontraba tasado por un impuesto estatal.

Por ello, quienes ejercían este oficio de manera puntual, lo camuflaban detrás de otras actividades económicas técnicamente exentas de impuestos como los oficios de camareras, taberneras o artistas.

Pompeya - Museo Arqueológico Nacional de Nápoles
Camarera sirviendo a dos clientes. Fresco de la «caupona» de Salvius

Si bien no hemos de ver estos casos de prostitución en la tabernas para eludir a los funcionarios del Estado como una mayoritaria solución picaresca de prostitutas libres pluriempleadas.

Muchas veces se daba más bien por el interés evasivo de los posaderos, quienes en algunos casos ejercían adicionalmente como proxenetas en sus negocios para ganar un dinero extra y eludir la ley, tal y como se desprende de las fuentes:

“Proxeneta es aquella persona que tiene esclavas trabajando como prostitutas, así como aquel que aporta personas libres con el mismo fin. Está sujeto a castigo por proxenetismo tanto si dicha actividad constituye un principal negocio, como si la realiza como una actividad secundaria de otro negocio, como por ejemplo si se trata del propietario de una taberna o de unas caballerizas y tiene dichas esclavas trabajando allí, aprovechándose de la situación para ganar dinero, o si se trata del encargado de unos baños, como sucede en algunas provincias, y tiene a esclavas encargadas de guardar la ropa de los bañistas y ofrece también sexo en su lugar de trabajo.” (Ulpiano, Sobre el edicto del pretor, en Digesto 3.2.4.2-3)

Pero estos casos no deben hacernos pensar que todas las mujeres que trabajaban en una taberna eran automáticamente meretrices, si bien es cierto que la opinión popular acerca de ellas era bastante negativa por tener ese tipo de trabajo.

La literatura equipara habitualmente a las camareras y a las prostitutas, pero más por su comportamiento considerado poco apropiado que por ejercer realmente dicha actividad, y los textos legales romanos así coinciden.

Otra inscripción pompeyana indica que no se distinguía entre posadera y prostituta:

“Me follé a la posadera”(CIL 4.8442).

Si bien como hemos visto no todos los establecimientos tabernarios debían ser vistos, ni a ellos ni a sus empleados, con dudosa reputación. El propietario de un bar, llamado Hyanchis, por ejemplo, regenta una cervecería con ayuda de su hija, la cual cabría pensar que por interés de su padre mantenía intacto su honor (Rowlandson, n.º 209).

La suerte está echada

Si bien la prostitución no era la única actividad peyorativa con el que los autores romanos describían el tipo de ambiente que tenía lugar en las tabernae, sin duda el principal entretenimiento que aparece descrita y atestiguada en las tabernas eran los juegos de azar.

Según numerosas referencias en las fuentes, algunas de las tabernae excavadas contaban con cubículos destinados al juego. La caupona de Salvius, en Pompeya, es un magistral ejemplo de taberna.

En ella podemos encontrar varios frescos donde se desarrollan escenas de la vida tabernaria, incluyendo escenas relacionadas con el juego, tales como unos jugadores en una mesa con un tablero o una trifulca por el resultado en la que el tabernero echa a los jugadores a la calle.

Si queréis saber como jugar a algunos de estos juegos aquí os dejamos dos artículos para aprender a jugar a los dados y a las tabas.

Hotel y casa Herculano - Caupona
Dos jugadores jugando a los dados. Fresco «caupona» de Salvius

Parece ser que las peleas con apuestas de por medio eran algo habitual, pues el Digesto (11.5) recoge una serie de leyes con respecto a estas. La alta sociedad romana contemplaba el juego como una afición de la que es fácil abusar y que corrompe al hombre y no son pocas las críticas dirigidas contra jugadores ni las expresiones empleadas para denostar a ciertos personajes (Por ejemplo, Domiciano fue vilipendiado por jugar incluso por las mañanas. Suet., Domiciano, 21).

El juego representaba para la élite la ociosidad, el mal uso del tiempo libre que podría ser aprovechado en otras tareas más productivas. Sin embargo, la realidad nos muestra que el juego se encontraba muy extendido y que calaba a todas las clases sociales, no sólo las humildes.

Diversas alusiones al juego aparecen comúnmente acompañadas de expresiones de regocijo y disfrute de la vida, asimismo, las apuestas formaban parte del día a día de los romanos.

En definitiva, como hemos visto todas estas actividades propias de la taberna despertaban el rechazo moral de la aristocracia romana, sector al que de forma bastante reveladora pertenecían la mayoría de los autores de las fuentes que las describen, lo que explicaría la forma tan peyorativa con la que continuamente aparecen retratadas.

Podemos encontrar un motivo de ello en el carácter principalmente popular de la taberna, siendo un entorno típicamente plebeyo. Tal es este fenómeno que, como hemos visto, aparecen descritas como lugares donde todo tipo de vicios y bajezas tenían lugar, donde la gente de la peor calaña se reunía, con un consumo de alcohol siempre acompañado de excesos.

Aunque esto fuera algo también presente en las fiestas aristocráticas, cuando se refiere a los plebeyos de la taberna es en un marco de vulgaridad.

¿No os ha entrado sed? Creo que me pasaré por la taberna.

Bibliografía

Fuentes actuales:

  • Knapp, C Robert. (2011). Los Olvidados de Roma. Barcelona: Ariel.
  • Grimal, P.. (2007). La Civilización Romana. Barcelona: Editorial Paidós.
  • Rodríguez Morales, J. and Caballero Casado, C., 2019. De Miacum a Titulcia: el trazado de la ruta 24 del Itinerario de Antonino en la actual provincia de Madrid. Actas RAM 2019, pp.72,73.
  • Rowlandson, J., Bagnall, R., Bowman, A., Clarysse, W., Hanson, A., Samuel, D., Keenan, J., Minnen, P., Rathbone, D., Thompson, D. and Wilfong, T., n.d. Women and society in Greek and Roman Egypt.

Fuentes clásicas:

  • Justinian, Hotman, F., Merlin, G., DesBois, G. and Nivelle, S., n.d. Digesto-||rvm Sev Pande-||ctarum Pars Secunda.
  • Juvenal. (2007).  Sátiras. Madrid: Cátedra.
  • Marcial. and Torrens Béjar, J., 2000. Epigramas completos seguidos del libro de los espect́áculos. Barcelona: Ibéria.
  • Plauto (2006). Poenulus. Madrid: Ediciones Clásicas.
  • Petronio. (2010). El Satiricón. Madrid: Editorial Gredos.
  • Suetonio and Agudo Cubas, R., 1995. Vidas de los doce Césares. Madrid: Editorial Planeta-DeAgostini.

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